Carolina Caycedo
Una rosa con las venas brotadas.
Espera, no.
Son caminos
¿Caminos?
Sí, mira con atención.
¡Ah! Claro, son caminos que se derriten.
¿Caminos que se derriten?
Mira, ahora tú, con atención.
No los veo.
¿Tan poco estás familiarizado con los ríos que no los identificas?
Caminos derretidos, ¿un río? Claro, tiene sentido.
El río que construye Carolina Caycedo, es más que un camino derretido. Se configura como límite, pero también, como lugar de asentamiento y de acercamiento; como espacio reflexivo y de cuidado.
Yuma es el río Amazonas, en Colombia. También es persona. Un sujeto que decide narrar la historia de Mirtayu y Matambo, los dos amantes que después de su muerte, al convertirse en montaña, abrazan el cause de su cuerpo de agua.
El último de ellos: Matambo, luchando, muere. Cae como pura roca sobre suelo fértil y sus tierras comenzaron a ceder a las raíces de las semillas, provocando una montaña arborizada con perfil sereno que hoy, mientras mira a las estrellas, saluda a los campesinos que habitan sus tierras. Mirtayu, por otro lado, de tanto llorar la muerte de su amado, provocó fuertes tormentas, truenos y rayos que, en un descuido, la alcanzaron convirtiéndola en montaña. Se ubica al oriente y sus dos pechos desafían al sol.
Esta pieza está hecha con materiales de papelería: cartulina, rotuladores, lápiz y borrador, pero que funciona muy bien al final del día con una composición muy interesante que nos hace pensar en una niña tanto narrando el mito como confeccionando.
A su vez, Carolina nos muestra en otra pieza una ofrenda al páramo de Sumapáz en Colombia, otro cuerpo de agua. Una pieza audiovisual en donde vemos un ejercicio de orfebrería, danza y cantos maravillosos al río para purificar sus tierras.
Actualmente, la exposición se encuentra en el IVAM y nos muestra, a través de la mirada de Carolina, una parte importante del cuidado que en Colombia hemos aprendido de nuestros abuelos indígenas.