Era inevitable sentirme hipócrita al verme con 3 capas de ropa, alimentada con la comida de Dorita y luego dirigir mi mirada hacia ellas: las plantas que se encontraban sin ningún tipo de cobijo o refugio más allá de sus pequeños vellos o agrupaciones que entre ellas mismas hacen en búsqueda de un abrazo cálido.
Necesitaba entenderlas al menos desde la precariedad del abrigo y puse mi cuerpo desnudo sobre una roca, mientras me abrazaba a mí misma y me extendía en búsqueda de que el abrazo fuera dado por el ecosistema y por ellas. Las nubes se pusieron grises y la neblina llegó para cubrirme, pude ver el cielo monocromo y entendí que ellas estaban ahí plenamente y que, aunque sentía frio, estaba más florecida que en cualquier momento de mi vida.